Todo lo que debes saber sobre los ruidos articulares (crepitaciones)

Seguro que en algún momento has escuchado un chasquido al agacharte, un “clic” en la rodilla al levantarte o un crujido en los dedos al estirarlos. Estos ruidos articulares, conocidos como crepitaciones, suelen generar dudas e incluso preocupación. ¿Significan que tengo artrosis? ¿Se está “desgastando” mi articulación? ¿Debería dejar de moverme para no empeorarla?

La buena noticia es que, en la gran mayoría de casos, estos ruidos son completamente normales, no implican daño y no requieren tratamiento. La evidencia científica actual nos ayuda a entender mejor qué son, por qué ocurren y en qué situaciones debemos prestar atención.

Este artículo busca darte información rigurosa y tranquilizadora para que aprendas a convivir con esos sonidos de tu cuerpo sin miedo innecesario.

¿Qué son las crepitaciones articulares?

Las crepitaciones son ruidos o sensaciones de chasquido, crujido, roce o “clic” que aparecen al mover una articulación. Pueden ser audibles (escuchadas por uno mismo o por otra persona) o percibidas como una vibración interna.

Estos ruidos se observan con frecuencia en rodillas, hombros, tobillos, columna y dedos. Suelen acompañar a movimientos cotidianos como levantarse, agacharse o subir escaleras.

Es importante remarcar que el hecho de que una articulación suene no significa necesariamente que haya una lesión o enfermedad. En la mayoría de personas son un fenómeno benigno, comparable a cuando la madera cruje con los cambios de temperatura: una respuesta física normal a ciertos movimientos o presiones.

¿Por qué se producen los ruidos articulares?

Existen varios mecanismos que explican la aparición de crepitaciones. Los más reconocidos son:

  1. Colapso de burbujas de gas en el líquido sinovial (cavitación):
    Dentro de las articulaciones hay líquido sinovial, que actúa como lubricante. Al mover la articulación rápidamente, los cambios de presión pueden hacer que se formen y colapsen pequeñas burbujas de gas (nitrógeno, oxígeno, dióxido de carbono). Este fenómeno es el que explica el clásico “crujido” al tronarse los dedos.
  2. Tensiones y deslizamientos de tendones o ligamentos:
    Al movernos, los tendones pueden desplazarse levemente sobre los relieves óseos. Si ese movimiento es brusco o se “engancha” un instante, se produce un chasquido audible. Suele ocurrir en la cadera o en el hombro, por ejemplo.
  3. Superficies articulares irregulares:
    En casos de desgaste avanzado (como artrosis severa), los cambios en el cartílago pueden generar un roce más perceptible y un ruido distinto. Sin embargo, este escenario es mucho menos común que los dos anteriores y se da sobre todo en personas de edad avanzada con síntomas claros de rigidez y dolor.

En resumen: la mayoría de ruidos articulares se deben a fenómenos normales de cavitación o de deslizamiento de tejidos, y no a lesiones graves.

¿Cuándo no debemos preocuparnos por los ruidos articulares?

El mensaje clave es que si tus articulaciones suenan, pero no duelen, no se inflaman y no te limitan en el día a día, no hay motivo de preocupación.

Algunos puntos importantes:

  • Los ruidos articulares son extremadamente comunes: prácticamente todas las personas los experimentan en algún momento.
  • No existe evidencia de que “crujirse los dedos” produzca artrosis o desgaste articular. De hecho, revisiones sistemáticas han demostrado que no hay relación entre crujirse los nudillos y desarrollar enfermedades articulares.
  • El sonido por sí solo no es un marcador de patología. Es un fenómeno mecánico más, como estornudar o que un suelo de madera cruja.

¿Cuándo sí debemos prestar atención a las crepitaciones?

Aunque la mayoría de crepitaciones son benignas, hay algunos escenarios donde conviene consultar a un profesional de la salud (fisioterapeuta o médico):

  1. Ruido acompañado de dolor persistente:
    Si cada vez que una articulación suena aparece dolor mantenido, puede indicar una alteración que merece valoración.
  2. Inflamación visible o rigidez marcada:
    Hinchazón, calor local o pérdida progresiva de movilidad junto al ruido articular podrían relacionarse con procesos inflamatorios o degenerativos.
  3. Sensación de inestabilidad o bloqueos mecánicos:
    Si el “clic” viene acompañado de que la articulación se traba o “se sale”, puede ser signo de problemas en estructuras estabilizadoras (como meniscos o labrum).
  4. Antecedente de traumatismo:
    Un chasquido agudo tras una caída o golpe fuerte, seguido de dolor e incapacidad, requiere exploración para descartar lesiones.

En cualquier caso, incluso en estos contextos, el ruido no es el problema central, sino los síntomas asociados. Lo importante no es que la articulación suene, sino cómo se comporta y si limita la función.

¿Qué dice la evidencia sobre las crepitaciones?

La investigación científica ha desmentido varios mitos comunes:

  • No existe relación directa entre ruido articular y daño. Muchas personas con rodillas “crujientes” tienen cartílago sano y ninguna patología.
  • El ejercicio no empeora las crepitaciones. Al contrario: programas de fortalecimiento y actividad física regular ayudan a mejorar la función y disminuir la percepción de ruidos en algunos casos.
  • El miedo al sonido puede ser más incapacitante que el sonido mismo. Algunos estudios sobre dolor patelofemoral muestran que los pacientes se preocupan más por los ruidos que por el dolor, lo cual genera evitación de la actividad y pérdida de confianza. La educación es fundamental para desmontar este nocebo.

¿Qué hacer si tengo ruidos articulares?

Si tus articulaciones crujen pero no tienes dolor ni limitaciones, no necesitas hacer nada especial. Puedes seguir con tus actividades y ejercicio con normalidad.

Si los ruidos te preocupan o vienen acompañados de molestias, el fisioterapeuta puede ayudarte a:

  • Valorar el estado articular y muscular: detectar si hay factores como debilidad, rigidez o desequilibrios que favorezcan los ruidos.
  • Diseñar un programa de ejercicio adaptado: fortalecer los músculos que rodean la articulación suele mejorar la estabilidad y reducir la frecuencia o intensidad de los sonidos.
  • Educar sobre el significado real de las crepitaciones: entender que no son un signo de daño ayuda a disminuir la ansiedad.
  • Recomendar hábitos saludables: mantener un peso adecuado, moverse regularmente y cuidar la higiene postural contribuye al bienestar articular a largo plazo.

Mitos frecuentes sobre los ruidos articulares

Para cerrar, repasemos algunos de los mitos más comunes:

  • “Si me suena la rodilla, es artrosis.” → No necesariamente. La mayoría de ruidos en rodillas sanas son benignos.
  • “Crujirme los dedos me dará artritis.” → Falso. No hay pruebas de relación entre crujirse los nudillos y la artritis.
  • “Si una articulación cruje, debo dejar de moverla.” → Todo lo contrario: la movilidad y el ejercicio ayudan a mantener las articulaciones sanas.
  • “El ruido significa que algo se está rompiendo.” → No. La explicación más común es la cavitación del líquido sinovial.

En conclusión, los ruidos articulares forman parte de la vida cotidiana y, en la gran mayoría de casos, son fenómenos normales sin consecuencias negativas. Entender por qué ocurren, cuándo son benignos y cuándo conviene consultar ayuda a quitar miedo y a promover un enfoque activo y saludable del movimiento.

Recuerda: el sonido, por sí solo, no es un problema. Lo importante es cómo te mueves, qué síntomas acompañan (si los hay) y cómo mantienes tus articulaciones activas y fuertes.

BIBLIOGRAFÍA:

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Autora: Paula del Toro (Fisioterapeuta)

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